AMORE E RABBIA rezaba el enésimo film por capítulos (verdadera moda), que no obstante se desmarcaba de los obvios por dos motivos: no hablar de lo que reza el título y un vanguardismo galopante, sin ceder a las tentaciones que este tipo de producciones alentaba hacia un público mayoritario.
La función se abre con "L'indifferenza", corto cortísimo y apresurado de Carlo Lizzani (el menos dotado del quinteto elegido), quien parece imitar a Godard por sobre las calles americanas, donde un tipo corre desesperado, mientras una voz en off pretende darle caza virtual. Las chicas titanluxean en rojo chillón, tras ser atropelladas o disparadas. Poca cosa.
Bertolucci se despacha a gusto con "Agonia", artefacto muy cercano a los experimentos pseudoteatrales de Rivette, en el que un señor (Julian Beck, al que veríamos algo más tarde en la secuela de POLTERGEIST) exhala sus penúltimos alientos en clave figurada. Esto es: entablando una lucha de conciencia con su propia fe, sin que se sepa muy bien si alguna vez llegó a tenerla. La sobrepelliz póstuma aclara, de inmediato, la clerecía.
Pasolini, juguetón, inmediato, hace transitar a Ninetto Davoli en "La sequenza del fiore di carta"; mientras celebra la plenitud de la mañana romana, mientras el boloñés imprime lo bucólico con tétricas subimágenes de ejércitos que otros días reprimieron en el mismo sitio. Ni las tiernas crostatas hacen olvidar aquel amargo gris.
Entonces llega Godard. El segmento se titula "L'amore", sin más. Gente en sitios, tejados y veladores. Cercos sentimentales a una poesía teñida de pequeñas sacudidas. Hablar mirando el periódico. Invocar al preciso desaire de las máscaras conyugales. Godard por Godard otra vez.
Cierra Marco Bellocchio, y cuánto le queremos por aquí. Y su episodio es francamente divertido, un ensordecedor y anárquico disfrute de lo que pasa si se pone en cuestión la validez y vigencia del sistema educativo. En clave de farsa, "Discutiamo, discutiamo" pone gravedad de profesor con barbas falsas, y elocuencia marxista con mera intransigencia dialéctica. Al final, los no-actores se mean de risa mientras son aporreados con globos. Todo en orden, prosigan con la clase...
Y ya está.
Saludos.
2 comentarios:
Pese al nivel de los directores, me parece un título más que discutible, aunque impagable como documento de una época. El mejor episodio, el de Bellocchio.
Saludos.
Cierto. El dirigido por Bertolucci tiene su interés, aunque ha quedado obsoleto como artefacto impúdicamente cultureta. También el de Godard y, en menor medida, Pasolini. Sin embargo, Bellocchio se lo pasa en grande en ese anárquico aula, y cierra con el episodio más divertido, pero también el más cáustico.
Un saludo.
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