miércoles, 27 de abril de 2016
Los peligros de la inconsecuencia
Hace ya algunas semanas que dejé incompleto el palmarés de los premios Goya; sea por desidia o distribución, el caso es que quedaron atrás las que a priori eran las tres favoritas. La primera, LA NOVIA, segundo largometraje de la directora Paula Ortiz, que parece un misil teledirigido hacia la conciencia y el espíritu de quienes, sea por el motivo que sea, se anuncian como "lorquianos". Esto es bueno y malo, porque aparta un poco a quienes pensábamos en una posible transgresión de "Bodas de sangre" y nos hemos encontrado en mitad de una película acomodada en milimétricos parámetros; lo que, por contra, ha dejado más que satisfechos a los incansables revisitadores de la obra del granadino, capaces (lo han hecho, si no) de crear un rumbo paralelo a la obra en sí. Y desconozco si acertado o no, porque nunca me han entusiasmado los montajes "afectivamente" teatrales, pensando quizá que la solemnidad de la puesta en escena blindaría los fallos de guion provenientes de la rigidez propia del artificio que es "pensado desde", en lugar de "pensado en"... O incluso "por". Aquí hay red, y de las gordas; hay actores reivindicando las compañías teatrales, ningún verso suelto; y miradas que parecen páginas de un poemario pasadas a toda velocidad; y hay textos visualmente descritos desde la religión del mantra antropomórfico. Y eso es lo bueno, lo malo es que no se intuye suciedad ni desgarro gitano, y los protagonistas (especialmente uno) parecen sacados de un episodio de Pasión de Gavilanes, cuando no de una impoluta teleserie patria. Y además ignoro la cansina manía de rellenar cada hueco argumental con una música indistinguible, aunque la haya hecho un japonés. Digamos que apenas lo que me entusiasma es el ídem de Inma Cuesta, que poco a poco va trabajándose su sitio en la industria, o la dedicatoria al desaparecido Carlos Álvarez-Novoa en los créditos; el resto es un cine que "parece ser", y se camaleoniza magníficamente, pero que en mi opinión no aporta nada a un texto que es lo que es. Ni mucho ni poco, un texto de Lorca.
Felicidades, lorquianos.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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