martes, 19 de abril de 2016

Chantal Akerman, enemiga íntima #15



No fue pequeño el reto que Chantal Akerman se propuso afrontar en el año 2000, nada menos que la adaptación de "La prisionera", quinto tomo de la obra magna de Marcel Proust. Cierto es que LA CAPTIVE logra atrapar la esencia de lo que Proust explicaba, aunque no intente (gesto que le honra y le agradecemos) "imitar", sino solamente poner en imágenes una historia que en su mayor parte transcurre en la cabeza del protagonista. Proust nos advertía de la imposibilidad de poseer la belleza si no es a la fuerza, lo que nos privaría de dicha posesión, convirtiendo el objeto amado en un ornamento que, esencialmente, no nos pertenece, y que además rebaja al captor a mero observador, impotente y frustrado, sin saber qué es exactamente lo que con tanto celo mantiene fuera de los ojos del mundo, como si sólo él tuviera derecho a mirarlo. Akerman no es Proust, ni el cine tiene la capacidad de condensar una prosa que fluye desparramada, pero LA CAPTIVE sirve, al menos, para obtener una valiosa lección sobre los peligros de confundir amor con posesión. El protagonista es un joven rico, aburrido, que se mueve por apolillados ambientes de decadencia y atemporales casonas que periódicamente ocultan su desvencijamiento con capas y capas de pintura. El tipo anda obsesionado con una joven, Ariane, a la que mantiene en un extraño cautiverio; ella parece conforme, y le dice que sí a todo, pero él anhela poseerla por completo, por lo que su actitud pasiva lo enfurece. Él no puede acceder a su cuerpo excepto cuando está dormida, lo que supone otra derrota más, y sospecha que jamás podrá enamorarse de él, porque su corazón pertenece a otra mujer. Es, por tanto, una historia en la que la masculinidad no sale muy bien parada, no al menos aquella que es incapaz de ver a la mujer como un todo, idealizando su forma y encasillando (erróneamente) su individualidad hasta replegarla a un estadio más básico y así poder afirmar (segundo error) que "ella" es más o menos suya... ¿Signo de nuestros tiempos? ¿Les suena de algo este argumento?...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!