martes, 5 de abril de 2016

Chantal Akerman, enemiga íntima #13



UN DIVAN À NEW YORK, de 1996, se intuye como una especie de regalo hecho por Chantal Akerman a ella misma, un soplo de ingenuidad y buen rollo para mitigar sus demonios interiores. Por ello es como una especie de oasis, una comedia romántica que se apoya sin pudor en el excelso momento que por aquel entonces atravesaba su pareja protagonista, nada menos que Juliette Binoche y William Hurt. El argumento destila ese inconfundible aroma a las viejas comedias de enredo de la Metro, películas cuyo gran hallazgo era el incansable ritmo de sus diálogos y la facilidad para saltar situaciones aparentemente irreconciliables. Él es un prestigioso psicoanalista neoyorquino que atraviesa una crisis personal, por lo que decide marcharse a Francia intercambiando su lujoso apartamento; ella es una bailarina parisiense que sueña con proseguir su carrera en Nueva York. Él es meticuloso, sobrio, ordenado; ella es un puro desastre, acostumbrada a vivir en el caos y las relaciones esporádicas. Sin llegar a verse, él llega al apartamento de ella, situado en un barrio de la periferia y típicamente inmigrante; mientras, ella va "adaptando" sus costumbres a la rutina neoyorquina. La gracia está en cómo, progresivamente, mientras él pierde por completo la paciencia en un entorno que tiene de todo menos paz y tranquilidad, ella literalmente suplanta involuntariamente al psicólogo, mostrándose incluso más eficaz con sus anhelantes pacientes, que quizá sólo necesitaban que alguien les escuchara de verdad.
Efectivamente, Akerman está casi irreconocible con un guion ligero y una puesta en escena que remite al cine comercial norteamericano, pero puede que la disfruten si se evaden de ideas preconcebidas y se sumergen en lo que este film es, un pasatiempo, o un divertimento para los sentidos.
Saludos.


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