sábado, 25 de junio de 2011

Momentos de dispersión



Siguiendo la tradición comenzada este invierno, sigamos con Rohmer y su CONTE D'ÉTÉ, a mi juicio el mejor y más logrado de los cuentos de las cuatro estaciones del director francés. Aquí, Rohmer hunde sus juguetonas manos en todo lo que de superficial y tontorrón tienen los amoríos veraniegos (incluso sus habituales tomas de contacto literarias suenan menos ampulosas), para ofrecernos las benditas vicisitudes de un joven llamado Gaspard (Melvil Poupaud en una de sus primeras apariciones importantes) que llega, solo, a una idílica playita de la Bretaña francesa; allí, tras rasguear un poco su guitarra y aburrirse soberanamente en mitad del bullicio, será abordado casi bruscamente por una chica, Margot, que es camarera en el bar donde va a comer (deliciosa, salpicante y encantadora Amanda Langler), con la que efectúa largos paseos repletos de dimes y diretes acerca de cualquier cosa, pero sin nada más. Un día, nuestro héroe ha de encontrarse, también de sopetón, con otra chica, Soléne, que le dedicó un par de miradas en una discoteca; ésta es de un carácter salvaje y poco reservado, y embarca (literalmente) al "pobre chaval" hacia sus más intensas y oscuras intenciones... pero tampoco nada de nada, que la muchacha será lo que ustedes quieran pero tiene sus principios. A todo esto, Gaspard, zarandeado más que seducido, casi ha olvidado a Lena, que es su chica de verdad (o eso le ha contado a Margot en un paseo) y que había quedado con él allí mismo, solo que casi dos semanas atrás. Así, Gaspard pasa (y he aquí la magia del guión de Rohmer) de unas aburridas vacaciones en soledad a tener que dividirse entre tres chicas totalmente diferentes entre sí y que le reclaman de formas muy distintas. El as en la manga, durante toda la película, lo intuimos, es Margot, la camarera aspirante a etnóloga; es la que glosa a la perfección las intenciones naturales de cualquier mujer respecto a un hombre que la atrae sin remedio. Ingenuamente, pese a que ella piense que, aunque sin maldad, mantiene la situación perfectamente controlada, da interminables vueltas en círculo, sopesando, atisbando, calibrando precisamente algo que no tiene forma ni peso ni color ni definición intelectual: el amor. La peripecia de Gaspard es aparentemente ligera, sin mucha reverberación más allá de su efímera circunstancia, pero todo ha de quedar reducido a la nada precisamente cuando Margot, que ha jugado a ser lo que no se puede ser (una amiga sin derecho a roce), descubre que es la única que de verdad está enamorada hasta las cachas del ingenuo Gaspard... justo cuando éste, en un giro benefactor del destino, logra huir de la fatídica playa y zafarse así de sus dos "mujeres-lapa". Un cobarde, sí, y un tipo con suerte, pero no demasiada, porque finalmente, en una bellísima escena, deja atrás, sin saberlo, a su único amor, puede que algo más que un simple amor de verano.
Si quieren pasar un par de horas de gozo cinéfilo, véanla, es cine de auténtica calidad.
Saludos a 40º.

3 comentarios:

ricard dijo...

Éste también es uno de mis Rohmer favoritos. En tu reseña, destacas el asedio de las tres chicas al protagonista como si él fuera su juguete. Sin embargo, creo que es interesante observar la historia también al revés: él juega con ellas, no escoge a ninguna porque las desea a todas, lo cual resulta sumamente egoísta.

Crowley dijo...

Coincido con ricard con esa visión egoísta de la historia por parte de él. Una de las grandes de Rohmer para mí.
Paciencia con ese calor.
Un saludo

dvd dijo...

Bueno, yo creo que Rohmer se sublima cuando nos presenta a este personaje masculino tan atípico, pero finalmente el único perdedor es él. Date cuenta de que no llega a consumar ninguno de sus deseos, es un simple pelele. Consciente, sí; inteligente, sí; pero como nos suele pasar a los hombres, incapaz de hacer nada si no es con el consentimiento femenino...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!