El debut de Spike Lee nos recuerda, casi 40 años después, la vigencia de las producciones independientes, comparada con la fugacidad de la maquinaria que hoy día domina un sistema de producción que, paradójicamente, nos retrotrae a los albores del cine, donde en un estudio cualquiera se rodaban 100 películas diarias. Cierto que el director neoyorquino ha sabido disfrazar su adaptación posterior al sistema que siempre ha vituperado, pero eso no impide disfrutar de hallazgos como SHE'S GOTTA HAVE IT. Con una frescura urgente, rugosa, improvisada, Lee sorprende por su elección de un personaje central femenino, una joven (Nola Darling) de incontenible apetito sexual y nula capacidad para decir no a ninguno de sus tres amantes, tan diferentes entre ellos como incompatibles con una mujer que apenas está descubriendo el desgaste de la libertad absoluta. Desde el yuppie narcisista al poeta bohemio, pasando por un estrafalario seguidor de los Knicks, Nola no sabe si elegir uno de ellos, quedarse con los tres o con ninguno. Con continuos parlamentos a cámara, escenas directamente rodadas en la calle o planos generales, que ya entonces descubrían el talento visual de su autor, sigue conservando ese pellizco de lo inusual, lo que sale de las tripas y se abre paso a codazos, hurtando su lugar otros que, menos dotados, tuvieron más oportunidades. Ellos cayeron en el olvido, pero entonces todos "los que sabían" hablaban de un negro desgarbado que aludía al cine de un judío desgarbado, o que implementaba las cosas de negros con la naturalidad y desfachatez que parecían cosa exclusiva de blancos.
Redescubrirla es un deber y un gozo, como compartir mesa con otros dos amantes y caer en la cuenta de que ahí todos somos torpes.
Saludos.
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