Son muchas las excusas que puedo esgrimir a la hora de incluir una película en este monográfico tan atípico, pero el que más me gusta es el de la prevalencia de la imaginación para solventar dificultades de índole presupuestaria. Y si hay un film que me parece básico para comprender qué quiere decir esta afirmación, no siempre bien comprendida, es THE INCREDIBLE SHRINKING MAN, obra capital del sci-fi hecho con cuatro duros, pero con un guion tan desbordante e imaginativo que parece imposible haberlo estropeado. No lo hizo Jack Arnold, aventajado artesano, proveniente de la televisión, y que efectúa aquí su mejor trabajo. Apoyado en unos efectos visuales prodigiosos (recuerden que estamos en 1957), el film, en apenas hora y cuarto, nos adentra en la inimaginable peripecia de un hombre cualquiera, que un día, tras sufrir una inexplicable radiación, empieza a menguar. El guion de Richard Matheson (por favor, lean la historia en la que se basa) opera en dos niveles igualmente interesantes; por un lado, ironiza sobre la hipocresía de la sociedad ante "los diferentes", mientras introduce a su protagonista (un Grant Williams que luego hizo poco más en pantalla) en la paradoja de sobrevivir en un mundo "que no estaba hecho a su medida". Gatos gigantescos, arañas monstruosas, utensilios cuya utilidad ya no es la misma, o perder incluso el contacto con tu familia... porque ya no te pueden ver. EL INCREÍBLE HOMBRE MENGUANTE es uno de esos clásicos imperecederos, poseedor de un aura inimitable y que la actualiza a cada visionado por muchos años que pasen. Hasta el momento, ha sido copiada, pero nunca igualada.
Tampoco se la pierdan.
Saludos.
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