Si hay algo que confirma WRATH OF MAN, es que Guy Ritchie no debe alejarse demasiado de la testosterona, las palabrotas y el cuñadismo. Estoy seguro de que ustedes conocen, igual que yo, a un montón de gente que no puede dilucidar por sí misma entre el bien (lo correcto) y el mal (lo incorrecto), por la sencilla razón de que carecen de capacidad analítica, y por ello son altamente influenciables. La premisa de esta película es una, y después otra, y finalmente otra distinta, lo que necesariamente no la hace compleja, sólo gratuitamente enrevesada por simple escamoteo y solapamiento de información. Comenzamos viendo la introducción del recién llegado, cómo los "veteranos" le vacilan, y cómo terminan saliendo trasquilados. Es el momento de las apariencias, de que casi nadie es quien aparenta ser. Luego, el guion pega un salto mortal hacia atrás, para mostrar el verdadero motivo por el que este tipo hiperprofesionalizado se ha metido a simple guardia de furgones blindados. A eso le llamo yo el momento de las excusas, porque Hollywood (y aunque sea Guy Ritchie) necesita identificar, no ya a los buenos, sino a los que actúan por códigos de moral ímprobos. Con todo ese tramposo bagaje, Ritchie tiene lo que siempre le ha hecho falta para sostener sus enclenques guiones: cabezas de turco. Así las cosas, y sin ser un pestiño infumable, a este farragoso thriller le hubiese venido bien un poco de humildad, de no creerse mejor de lo que es, y de haber repartido un poquito los cupones de culpabilidad cuando llega la hora de las tortas. Lo curioso es que ni siquiera se trata de un guion 100% original, pero ese es un dilema que les contaremos mejor mañana...
Saludos.
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