Poco reivindicada, la obra de Werner Herzog contiene la cualidad de traspasarnos (y trasvasarnos) a un momento pretérito, sin que tengamos la noción de asistir a ningún relato histórico. Verdadero valedor de tantos y tantos cineastas posteriores a él, el director alemán es poseedor de esa mirada insobornable, recia, única, que da a sus películas un grano y marchamo únicos. Y uno de sus títulos más enterrados (entre otros de mayor reconocimiento) es HERZ AUS GLAS (CORAZÓN DE CRISTAL), tenebrosa puesta en escena de la transición de un mundo en descomposición, el feudal, al tiempo que se van desvelando, lenta pero implacablemente, las claves del nuevo mundo industrializado. Herzog nos coloca justo ahí, en ese tiempo de nadie, a principios del XVIII, parabolizando un hecho menor para ilustrar un mapa general. Una pequeña villa bávara entra en decadencia, puesto que el maestro cristalero ha muerto sin desvelar el secreto para la confección del "cristal de rubí", que compone el único sostén económico, lo que desata una serie de actos a cual más funesto. El "señor" de la fábrica de vidrio se desespera, mientras busca la fórmula, llegando a confiar en las dotes de un profeta ermitaño. Sin embargo, éste no sólo le reconviene en su empeño, sino que le augura la destrucción de la aldea de continuarlo. Así, Herzog construye esta extraña fábula, a medio camino de la fatalidad y la esperanza de los nuevos tiempos, poniendo el punto sobre la inutilidad de los métodos arcanos para resolver problemas en realidad mundanos. Críptica y de ritmo complicado, se disfruta más en algunos largos momentos contemplativos de gran belleza, fotografiados por Jörg Schmidt-Reitwein y envueltos en la soberbia música de Popol Vuh.
Saludos.
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