El cine del húngaro Kornél Mundruczó, que ya abarca dos décadas, tiene un problema de fondo, que de primeras me parece incomprensible. Cuando parece que tiene al espectador en el punto exacto, con una intensidad y cercanía que sólo responde a una mano maestra, justo ahí, parece empeñado en quemar todos los puentes (aquí hay uno de metáfora evidente) y abandonar la narración en brazos de un subrayado que la envejece, cuando es evidente la pulsión de vanguardia y de libertad creativa. Esto es así en PIECES OF A WOMAN, que filmó fuera de su país, y en la que todo funciona cojonudamente hasta que las ideas se acaban. Y el problema es que la sequía llega demasiado pronto, justo cuando recobramos resuello tras una primera media hora simplemente antológica ¿Cómo defenestrar una barbaridad como esa? Quizá por apostar demasiado fuerte desde el principio, o puede que tan sólo sea un caso más de hipertrofia semántica, pretender remarcar lo que para cualquiera ya estaba claro. Mundruczó emprende la difícil tarea de mostrar un cúmulo de desintegraciones tras la traumática muerte de un bebé recién nacido, empuñando un dilema moral que no me parece tal, cuando se trata de una decisión personal, la del parto en casa. La pareja se disuelve, la familia se disuelve, y el guion con ellos, hasta desembocar en un juicio que simple y llanamente sobraba, y que deja el trauma casi como un McGuffin, que es el colmo de la amoralidad. Aun así, merece la pena por el descomunal trabajo de Vanessa Kirby, muy por encima del resto de un reparto como poco discutible, y una escena francamente emocionante a cargo de la inolvidable Ellen Burstyn.
Con un poco más de sentido común, no bordearía tan peligrosamente el melodrama de sobremesa.
Saludos.
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