VIDEODROME es una de esas películas que, desde su estreno, provocan reacciones encontradas. Por un lado uno se imagina a David Cronenberg haciendo realidad sus fantasías acerca de la sumisión del hombre ante la máquina, hasta el punto de llegar a filmar la cruenta simbiosis entre carne y aparato. Por el otro, la dificultad de encajar estas imágenes impactantes (algunas realmente icónicas, como el hombre engullido literalmente por la televisión) en una narración inteligible; porque ante todo, intuyo que VIDEODROME, más que un artefacto fantástico, pretendía militar en las distopías apocalípticas, lo que consigue sólo a medias. El argumento, con dos significados opuestos, indaga en la creciente paranoia de un tipo que siempre va un paso más allá, el director de una ínfima cadena de televisión, especializada en ofrecer lo más zafio, desde pornografía hasta imágenes de sufrimiento humano. Por casualidad, se topa con una misteriosa cinta, y lo que ve allí le obsesiona de tal forma que toda su realidad comienza a desmoronarse, hasta el punto de que la realidad le es indistinguible de lo que hoy conocemos como "virtualidad", pero en 1983 aún era una promesa irrealizable. Cronenberg se adelanta bastantes años a la era de internet, a ese "hombre enchufado", incapaz de concebir la vida sin mirar una pantalla, y en perpetua insatisfacción, demandando más dosis, y aún más fuertes. Parece una advertencia, que ahora podemos ver con ojos incrédulos y algo condescendientes, pero no olvidemos que él lo vio antes. Aunque sólo sea por eso, es una obra interesantísima y que merece ser revisada... Ah, y porque salía esa diosa llamada Debbie Harry...
Saludos.
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