El siguiente trabajo de David Cronenberg fue un nuevo capítulo para la televisión pública canadiense (CBC), en el que, gracias a filmar un guion propio, se daba un nuevo paso para rastrear la intencionalidad de su cine futuro. Lejos de truculencias o desvaríos, THE ITALIAN MACHINE suponía, en menos de media hora, una interesante reflexión acerca de la "utilidad" enfrentada al "elemento artístico". Casi en clave de lección moral, relataba la vida de tres fanáticos de las motocicletas de carreras, unos frikis de las dos ruedas a los que llega la noticia de que un excéntrico millonario posee un rarísimo ejemplar de Ducati, que sin embargo no trata como una motocicleta, sino como un objeto de arte; de hecho, la moto está en el mismo salón de su casa, como un cuadro o una estatua. Los tres idean un plan para lograr sacar la moto de allí: hacerse pasar por reporteros de una revista especializada, dorar la píldora al potentado y hacerse con el ejemplar. Es verdad que Cronenberg podría haber transitado muy diversos caminos para coronar esta miniatura, pero finalmente opta por el más naturalista e inesperado, desmarcandose del cine de género, y prefiriendo hacernos una pregunta de difícil respuesta: ¿Qué es una moto si no se usa como tal?
Saludos.
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