martes, 5 de agosto de 2014
Los dioses podrían estar locos
Con NOAH, recreación absolutamente libérrima del mito bíblico, Darren Aronofsky ha perdido dos oportunidades únicas, y que veremos si no le han pasado una factura irreparable en un futuro. Por un lado, habría podido crear una controversia sin parangón conocido, porque no es ésta una película exactamente al modo ateo (olvídense de Buñuel o Bergman... por dios...), sino una ingenua xenoencarnación transliteral de lo que los curillas nos infundían en aquellas aulas del demonio. Aronofsky se encarna en "el tipo que ha leído la Biblia como si leyera Los Siete Pilares de la Tierra" y comete una torpeza que no entiendo en un creador al que yo solía tener algún respeto. No nos equivoquemos, esto no es un insulto a la Iglesia Católica, sino un favor que se le hace al identificar, para las nuevas generaciones, Biblia y entretenimiento hollywoodense. Y lo he dicho un montón de veces: sufrimos una avalancha de referencias apostólico-apocalípticas desde Hollywood, y no puede acabar bien. NOAH es, eso sí, al menos, decente al no esconder su fuente ni revestirla de engañosos ropajes. Es un film de aventuras, muy al estilo de Ridley Scott, con ritmo, con algunos efectos especiales y/o digitales de envergadura y un puñado de actores con esfuerzo y dedicación por hacer digestivas dos horas y media de chaparrones, gigantes de piedra (...¿?...), serpientes de Pocoyó, ceniza islandesa y primeros planos de Russell Crowe, primero con melena y luego sin ella. Hay momentos de gran fuerza expresiva, mucho barullo cuando empieza a llover y un poco más de dramaturgia cuando se va acercando el final; y uno, ineludiblemente, tiene que pensar por qué los creyentes se ofenden por tan poca cosa...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
Vergonzosa.
He vuelto de vacas. Luego me explayo.
Jejejejeje...
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