sábado, 16 de agosto de 2014

¡Qué mundo tan maravilloso!



"Si paro de hablar, me muero". Algo así podría ser el epitafio de Robin Williams, y no le faltaría razón; un bocazas, en el mejor sentido de la palabra; un tipo agarrado de su propia capacidad de improvisación, genial, descacharrante, inaguantable a veces. Williams funcionaba por acumulación, no dejaba sitio para la reflexión ni el respiro; la comedia americana, con la llegada del sonoro, era eso: Groucho destapando miserias ocultas, y luego Kaye, y luego Lewis... Y luego llegó él, e hizo lo que en otros queda ridículo ¿Un speaker que actúa? ¿Un actor que habla más que gesticula (y también gesticulaba mucho)? Un payaso, con todo el cariño de la palabra; de los pocos actores de Hollywood a los que la nariz roja les caía bien; un caso especial, aclamado por quien sólo quería pasar un buen rato viendo cine y denostado por los que creen que inventaron esto a golpe de circunspección. Williams hizo muchas películas, y me costaría quedarme con alguna, con la mejor, pero me parece que GOOD MORNING, VIETNAM le retrata estupendamente, porque ahora hay vía libre para que nuevos comediantes tengan los cojones de parodiar a la parodia de la parodia. El fallo no es él, es Levinson, tan apegado a su formato, tan incapaz de salirse del estándar; ésta podría haber sido una película infinitamente mejor, más agridulce, con más punch, porque el dúo Williams/Whitaker derrocha química y buenas vibraciones, pero hay algo que no termina de encajar en un guion que se parece sorprendentemente a lo mismo que denuncia: los tachones rojos en las emisiones de radio en la guerra de Vietnam. La censura autoimpuesta que el anárquico e incontrolable Adrian Cronauer se saltaba a la torera, no porque fuese un mal patriota, sino porque la censura, amigos, siempre es aburrida, y Robin Williams podía ser muchas cosas, pero odiaba el aburrimiento. Tiene momentos sonrojantes y otros realmente emotivos (el montaje con la canción de Louis Armstrong es simplemente inolvidable), y es cine imperfecto y es cine comercial, pero a 27 años vista le sigue sobrando mucha humanidad y vitalidad, la misma que es capaz de transmitir un tipo que a mí siempre me cayó muy simpático. Y quien no lo piense, es que es el hombre blanco que más necesita una mamada en la historia de la humanidad...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!