miércoles, 13 de febrero de 2013
Flores en la basura
Lo he dicho muchas veces, pero es algo que a nadie le interesa escuchar: Sólo hay un arma verdaderamente eficaz contra la penuria económica, y es la imaginación. Arrebatándonos cultura la cuota de poder queda intacta y enfrascada en sus trabalenguas sin sentido; una sociedad culta equivale a una sociedad emancipada de quien pretenda engañarla ¿Y quieren más? ¿Quieren, por ejemplo, un título que ni es actual ni fue realizado en este país para ilustrarlo? Pues se me acaba de ocurrir DODES 'KA-DEN, la primera película en color de Akira Kurosawa, que además de hacer uso magistralmente del relato coral, es capaz de incrustar sigilosamente una brutal denuncia de ese otro Japón, que también existe y que es completamente ajeno a Samuráis, carteles de neón y la producción masiva en serie. Hay dos aspectos a resaltar en esta extraña comedia de tintes amarguísimos; uno es cómo, en un lugar donde predominan la basura y los escombros, Kurosawa, apoyado en la poderosa fotografía al alimón de Takao Saito y Yasumichi Fukusawa, dota de preponderancia a unos colores vivos, chillones, y que son casi un personaje más. Por otra parte, la colección de postales encadenadas, encabezadas y clausuradas por ese inolvidable maquinista de tren imaginario (imaginación al poder), aun siendo irregulares, conservan intacto todo su poder de emocional, pasando de lo jocoso a lo tenebrista en un abrir y cerrar de ojos. Y decido reservarme el desvelar a quien no la haya visto la retahíla de situaciones y personajes de esta película inolvidable que, pese a que en 1971 representó a su país en los oscar, lo cierto es que luego no ha gozado de un lugar de prestigio en la filmografía del que quizá sea el más conocido de los cineastas japoneses. Eso sí, si aun conservan un poco de fe en el género humano, e incluso creen que las (buenas) relaciones entre vecinos pueden existir, vean esta gran y olvidada película, puede que se sorprendan.
Saludos a toda máquina.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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