jueves, 28 de febrero de 2013
Un libro de texto tuneado
Si uno quiere encontrar un tipo de información detallada y rigurosa sobre cualquier tema, en lo primero que piensa es en echar mano de un libro de texto o una enciclopedia. Si quiere alma, carne y sangre, entonces irá por la novela. El empeño de Kathryn Bigelow, desde THE HURT LOCKER, es conciliar ambos términos y conjugarlos ante un espectador exigente, pero también exigido. Y qué mejor rotativo mular que internarse en las intervenciones norteamericanas en Oriente Medio. Si en aquélla, el mundillo de los artificieros en Irak le servía para constatar un entorno de hostilidad y desorientación, en ZERO DARK THIRTY, es la búsqueda obsesiva de Osama Bin Laden, su caza y posterior eliminación, la que sustenta un relato francamente esquizofrénico y siempre con un pie fuera de la coherencia que con tanto ardor proclama. Coherencia y rigor de enciclopedia, sí, pero mirando de reojo la facturación made in Hollywood, lo que le dio cinco nominaciones a los oscar; ganar era ya otra cosa, pues lo que Bigelow empieza ya a mostrar ante su propio país es que, a fuerza de mostrar sus actos, a lo mejor a alguien le da alguna vez por censurarlos. Técnicamente el film posee una gran fuerza, y no habría que reprochar nada en ese sentido; las interpretaciones, algo irregulares, son casi comparsas perfectamente calculadas para que podamos entender al personaje principal, una obstinada agente de la CIA llamada Maya. Y Maya es la segunda parte de lo que fue el sargento William James: un adicto y obsesivo elemento, incapaz de detenerse hasta lograr su objetivo; e igualmente, ambos quedan absolutamente vaciados tras cumplir sus misiones. Es una pena que Bigelow no emplee más tiempo (y aquí hay mucho) en perforar la psique de sus protagonistas, incluir algún interrogante sobre "la persona" y desvincularse medianamente del "objeto". Es este aspecto el que nos deja un poco a medias con una película de seriedad intachable, pero que a la hora de ensamblar un simple diálogo, tan ensimismada está con que no se le quede nada atrás, que aparece una tenue sombra del "manual del buen guionista", y vemos altos cargos haciendo la ola tras abatir a un pobre pakistaní; y aunque Bigelow tiene al alcance de la mano dar un golpe de efecto al incluir una entrevista real a Barack Obama, en la que éste niega que el ejército de Estados Unidos realice torturas, el discurso es cambiado inmediatamente. Sí, hay varias escenas simplemente ridículas, pero que un americano habrá pasado por alto (supongo), mientras que lo que más ha escocido (y la ha dejado fuera del reparto importante) ha sido tanta cháchara, sobre todo cuando esta película lleva el desenlace descubierto desde su primer fotograma.
Me gustó más la otra.
Saludos oscurantistas.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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