Estamos en 1988, un año que cinematográficamente hablando puede significar muchas cosas, pero en el que nadie vio venir algo como A FISH CALLED WANDA. Curiosa se la mire por donde se la mire, fue el proyecto personal de John Cleese, que había escrito el guion pensando en que el único director adecuado era nada menos que Charles Crichton, responsable de algunos de los títulos más míticos de la legendaria Ealing. No era fácil, porque Crichton tenía 78 años, y hacía casi 25 que no dirigía cine, dedicado en exclusiva a esporádicos capítulos televisivos. Así, Cleese logró rodearse de una pareja de moda, Kevin Kline y Jamie Lee Curtis, y pudo sacar adelante una película que parece responder a los cánones de otro tiempo, pero que posee la modernidad de lo intemporal. Es una comedia de enredo, y muy enredada, y tiene diálogos ágiles, interpretaciones carismáticas, dinámicas, para conformar una lección tardía de cómo hacer funcionar un engranaje tan complejo como éste. Y es que no se ven películas así hoy día, a lo mejor porque nos creemos demasiado listos, demasiado conscientes desde una perspectiva engañosa. Yo sólo les digo que si el cine, ante todo, es entretenimiento, aquí no hay un segundo para el aburrimiento, y sí para la inventiva de la vieja escuela, más moderna que nunca.
El personaje de Kline, mítico, ha sido imitado mil veces después. Búsquenla si por lo que sea aún no la han visto...
Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario