La cuestión con LA VITA È BELLA es simple. El problema es que la cuestión es mi cuestión, por mucho que haya intentado convencerme de lo contrario. Lo que pensaba en su momento lo sigo manteniendo hoy día. Más allá de una película, estamos ante la obra de un caradura, un tipo capaz de suspender la realidad en mitad de la misma realidad suspendida. Un ejercicio de funambulismo, un bisturí en manos aceitosas, una mentira tras un guiño. Benigni hace una mentira y la incrusta en otra, y otra más, y así sucesivamente, hasta que la espina dorsal nos pide que nos relajemos, que creamos al bufón, que no interroguemos más a esa sensación de estafa. Nos pide que alabemos la farsa, que llevemos el engaño al límite, que el guiñol predomine sobre (incluso) las notas desafinadas de la comedia que enmascara la tragedia. No había vuelto a verla desde entonces, desde que, indignado, renuncié a rendirme a un trazo tan grueso que desbordaba la página misma. Apenas reconozco que haya cambiado, 25 años después, un mínimo gesto de indulgencia. A lo mejor he aprendido a separar, o a lo mejor es que sé bastantes más cosas ahora que entonces...
Es simple, si buscan emociones directas y simples. Si no, es simplemente la flamenca sobre el televisor...
Saludos.
4 comentarios:
Te sigo esperando en Twitter.
Eso puede ser mucho esperar...
https://youtu.be/XYDVEAMtAdE
Sniff!!...
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