De no ser por algunos ramalazos, escasos, de ingenio técnico, se me hace difícil compartir el entusiasmo generalizado que al parecer ha suscitado el estreno de EVIL DEAD RISE, a la que es arduo adjudicarle hasta un lugar reconocible dentro del universo creado, hace ya más de cuatro décadas, por Sam Raimi. Menos escalofriante que el remake de Fede Álvarez, sí que se alía con dicho film al prescindir del elemento cómico, con el que Raimi selló la imposibilidad de una traslación, y menos en una época tan refractaria a la mixtura de géneros. Bastante fácil de definir, el film es un festín sangriento, repleto de mutilaciones y transformaciones físicas, correctas en lo técnico pero con la inventiva justa y necesaria. Todo lo hemos visto ya porque todo estaba presente desde el principio, y la metáfora de la familia que es apenas salvada por su miembro más ajeno y desarraigado es de un trazo grueso que sólo me parece justificado por tratarse de un cineasta tan desconocido como Lee Cronin, cuyo guion es simplemente reverencial con cada reojo a Raimi, por mucho que hablar aquí de "economía de medios" parezca un chiste privado. Estoy seguro de que los grandes fans se ven representados, mientras que los profanos habrán disfrutado de un film de terror solvente y con la firme intención de mantener abierta una franquicia que yo creo agotada.
Ni mala ni buena, sino todo lo contrario.
Saludos.
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