De BABY FACE HARRINGTON hay más bien poco que decir. Una típica minicomedia, de las que tanto abundaban en los años treinta, y que aprovechaban el tirón mediático de los seriales radiofónicos, convirtiendo cualquier excusa argumental en una sucesión de sketches de entretenimiento. En esta ocasión, la Metro impuso como protagonista a Charles Butterworth, un actor de teatro cuya baza principal era una voz martilleante de charlatán, perfecta para anunciar dentífricos, pero con problemas en la linealidad de una película. Baste decir que su protagonista era un bibliotecario anodino, pero con la particularidad de estar casado con una bella mujer (Una Merkel), y con tendencia (no me pregunten por qué) a hacer desastrosos juegos de magia en mitad de la fiesta de Nochevieja... Sea como sea, el caso es que el guion (firmado nada menos que por Nunnally Johnson) enrola a este señor en una extraña aventura, en la que es capturado por un gangster (el "Baby Face" del título), pero su inutilidad intrínseca se convertirá en un arma para voltear la situación y mandar al malhechor entre rejas.
Olvidable, intrascendente y un poco surreal. La dirigió Walsh, sí.
Saludos.
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