Todo es extraño alrededor de SPALOVAC MRTVOL (aquí traducida como EL INCINERADOR DE CADÁVERES), que ostenta el privilegio de ser la primera película premiada en el festival de Sitges, allá por 1972, ya que en las cuatro anteriores ediciones no se contemplaba la competición. Sin embargo, es posible que este film pudiese haber estado incluso en aquella lejanísima primera edición de 1968, pues ése es el año de su realización, aunque, curiosidades de la vida, estuviese prohibida hasta cuatro años más tarde, por lo extremadamente controvertido de su argumento. Es un film raro, incómodo, rechinante como una puerta mal engrasada, y nos introduce en el asfixiante y enfermizo mundo de Karel Kopfrkingl, que regenta un cementerio y sólo anhela dos cosas: la ascensión aria (a la que cree pertenecer) y la apertura de un gran crematorio, con fines "humanitariamente siniestros". Narrada enteramente desde el punto de vista de su protagonista, se nos hace partícipes de su repugnante hipocresía, predicando un estilo de vida, espartano y moralmente recto, pero practicando todo lo contrario. Karel repite incesantemente que no fuma ni bebe, pero sus visitas al burdel son continuas; mientras, su familia vive en un estado de atemorización constante, con una mujer literalmente enmudecida, un hijo afeminado y una hija invisible. Impresionante el trabajo del actor Rudolf Hrusínsky, transmitiendo en tiempo real la repulsiva psique de su personaje, más complejo y retorcido que cualquier tipo de asesino que pudiéramos imaginar, pues su mensaje es claro: vernos arder en su horno es la única forma de salvar un mundo, según él, podrido desde sus cimientos.
Una de esas películas que merecerían una consideración mayor, y que constituyen la historia viva del festival de Sitges.
Saludos.
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