Agatha Christie y sus adaptaciones, tanto cinematográficas como televisivas. A todo lujo las primeras, previsibles y funcionales las segundas. Era cuestión de tiempo que Kenneth Branagh volviese a Hercules Poirot, porque es un personaje al que le ha pillado el tranquillo y lo ha elevado a la categoría de memorable. No ocurre así con el film en general. Se atraviesa demasiadas veces esta DEATH ON THE NILE, pugnando por ser clásica (en el amplio sentido de la palabra), pero también novedosa, o al menos lo suficientemente juguetona para no caer en la repetición por la repetición. Muchos habrán leído el texto original, su endiablado mecanismo, su furioso ritmo, sus personajes que se quedan bajo la piel, latiendo de vivos. Hay poco aquí de eso, exceptuando a su gran protagonista, y quizá a una más que solvente Gal Gadot, que es la mezcla perfecta entre una feminidad pretérita y presente. El prólogo no sé qué pinta, y me parece prescindible en un film que supera las dos horas casi a rastras. Toda la parte antes de llegar a Egipto tampoco ayuda a aligerar el ritmo. Las panorámicas digitales dan vergüencita, y más parece un lujo impostado, aunque remonta en unos interiores cuidados hasta el mínimo detalle. En definitiva, una película que puede gustar a los fanáticos del policíaco detectivesco, tanto como aburrir a quien espere un trabajo más dinámico y expresivo. La música de Patrick Doyle, fabulosa. Poco más.
Saludos.
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