domingo, 9 de junio de 2019

Rincón del freak #359: Supercañí contra las fuerzas del mal



Sí, amigos, seguimos con los superhéroes de trastienda, porque mucho antes de que a nadie se le ocurriese inventar algún superhéroe español, al inefable Juan Piquer Simón, adalid y pionero de lo retrocutre y lo bizarro puesto al servicio del exploitation, se le pasó por la cabeza un tipo llamado SUPERSONIC MAN, cuyas andanzas se presuponían nada menos que en Nueva York, aunque todo se localizaba en eriales de Matasierra de los Guzmanes, claro. Lo de esta película es tremendo, porque yo recuerdo los cines en aquella época (principios de los 80) abarrotados de chavalines para tragarse esta inenarrable sinfonía de transparencias, cameos cipotudos y música funky... pero funky funky... Las transparencias eran lo más, con el héroe de turno haciendo como que volaba, aunque su postura era rígida como de hemorroides. Luego, la forma de luchar es, yo creo, nunca vista, y consiste en no acercarse nunca, sino hacer cosas raras con las manos y convertir pistolas en plátanos... Lo juro. Y lo del reparto es memorable, con el semigalán italiano Antonio Cantafora haciendo de la versión terrícola del superhéroe, con bigote, pelazo y chalequito, aunque el mostacho desaparecía en la transformación, Casio calculadora mediante. El que volaba era José Luis Ayestarán, culturista de la época cuyas dotes interpretativas no eran requeridas y que una vez dobló al mismísimo Chuache. La chica, más florero e inane que nunca, era Diana Polakov, que luego se casó con Ramoncín y se dio cuenta de que era mejor hacer películas como ésta, así que se divorció. Y, atención, el malo era un Cameron Mitchell ya pasadete de años y puritos, moviéndose y respirando con dificultad y con eterna mirada ebria de Larios. Pero lo mejor son el profesor interpretado por el entrañable José Mª Caffarel, que tiene un secreto pero se sabe lo que es, y las apariciones estelares de (ay dios) ¡Quique Camoiras, Tito García y aquel Javier de Campos haciendo de borracho ubicuo! Amén de un robot tan cutre, tan sumamente cutre, que, francamente, sólo se pueden hacer una idea viendo esta joya del frikismo patrio...
No hay palabras.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!