domingo, 30 de junio de 2019
Rincón del freak #362: Generación Quimicefa
Aquellos quioscos eran de chapa, quemaban con el sol directo de mediodía, mientras rayos X esperaban en el interior de los ambulatorios de suelo agujereado por las colillas. En el quiosco, los tebeos se colgaban como se cuelga la ropa recién lavada, y se olían con el mismo deleite. En el mostrador, junto a los regalices y los chicles con azúcar, los paquetitos de soldaditos de plástico, los recortables para las niñas compuestos de figuras de ojos vacíos y las estampas, los cromos, los de fútbol y los de la peli del momento. Allí, a cinco pesetas, un dinosaurio amenazaba desde una colina a unos tipos con pinta de aventureros, con rifles y lanzas, y detrás de ellos la damisela de siempre, envuelta en tul y con una mano cubriendo su aterrada boca. Así íbamos del lunes de médico a mundos fantásticos, como si nada, como si en realidad hubiese existido un tiempo en el que los niños no teníamos que preocuparnos de otra cosa que de ser niños, que debería ser la norma. Luego, los que teníamos más suerte, ya disipado el catarro, ingresábamos a la sala oscura con las espectaculares estampitas en el bolsillo. Era el momento de enfrentarnos a la cruda realidad del bajo presupuesto, igual que el juego de Cefa, que no hacía brebajes mágicos, sólo líquidos de colores. Allí, bajo la espectacular leyenda, MISTERIO EN LA ISLA DE LOS MONSTRUOS, todo se reduce a trajes de goma, humor blanco y peleas como sin querer hacer daño. Piquer Simón era un genio en lo suyo, que era creerse un genio, que ya es una genialidad en sí mismo. También eran unos genios Terence Stamp y Peter Cushing, que se pagaban las vacaciones en España con apenas cinco minutos de actuación. Menos aún salía Anita Obregón, pero ella tenía ya España en su mismidad intrínseca, y ahí aún tenía forma humana, aunque carecía de voz propia.
Y por habernos portado bien, en el médico y en el cine, nuestro paquetito de estampas y nuestro tebeíto, que es lo más cerca que puede estar un niño de enamorarse...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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