lunes, 10 de junio de 2019
Maestro de lo macabro
No le digan Narciso. A Chicho se le llama así, Chicho. Se fue el maestro más grande e inalcanzable de la televisión española. Un señor que hacía concursos, pero que en el fondo quería ser Hitchcock, así que se inventó una pléyade de historias que ponían los pelos de punta al españolito ávido de escaparse de su realidad como fuera. Así que llegó él y reunió a familiares, vecinos y hasta desconocidos ante aquellos cacharros que se sintonizaban moviendo la antena y se veían en glorioso B&W. Yo no pertenezco a esa época por edad, me incorporé ya con el 123 de Mayra, y disfruté, cómo no, de "sus" terrores favoritos. Pero mis padres me hablaban de aquellos seriales hechos con dos duros y un montón de atrezzo (la mayoría pintado por Mingote, otro genio), angustiosos, lóbregos, irónicos, con clase. Desafiantes en un país y un momento donde te la jugabas si los que mandaban percibían que te estabas riendo de ellos. Pero es que Chicho siempre fue muy respetuoso, y muy inteligente, por eso era de los pocos que efectivamente ridiculizaron al régimen franquista sin que éste, momificado por naturaleza, se percatara de ello.
Pero Chicho también se adentró en el largo, poco pero dejando huella. Porque también mis padres me hablaban de una película que vieron en 1970 y que les dejó picuetos perdidos, pero para bien, porque siempre se cagaron en el régimen criminal y retrógrado que les había tocado vivir, así que algo de ello les despertaría LA RESIDENCIA, una fantasmal historia de Juan Tébar que Chicho convirtió en uno de esos guiones de los que salen esas escasas películas llamadas "precursoras". Y es que films como LA RESIDENCIA ya se filmaban fuera de España desde hacía muchos años, pero aquí preferíamos zurrar a nuestras señoras tras el soplo en porrón y después a misa, no fueramos al infierno sin necesidad. Y esta película, más allá de su terror gótico y algo acartonado (todo hay que decirlo), me gusta más cuando la veo como la particular recámara del gran voyeur que siempre fue Chicho. Así, el personaje del niño, encerrado por su madre, bien podría ser un alter ego del propio director, confinado enfermizamente en un lugar infestado de delicuescentes púberes. La madre, severa y autoritaria, podríamos identificarla como esa madre patria, la de entonces, que ni siquiera me molesto en describir porque ya lo hice antes. Y esa pléyade de ninfas... en fin. Si tienen alguna duda, revisen algún episodio del 123, y si no, con ver la película tienen bastante...
Adiós y gracias, maestro...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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