martes, 11 de junio de 2019
La clase de Lubitsch #20
Deslumbrante. Pocos adjetivos más certeros se me ocurren para describir la increíble adaptación que Ernst Lubitsch realizó de LADY WINDERMERE'S FAN, la inmortal obra maestra de Oscar Wilde. Y los aspectos son tantos y tan variados, que me atrevo a afirmar que se trata de la mejor adaptación de esta obra. Primero porque hay que tener muchas gónadas para representar a Wilde sin palabras, y no me vale lo de los intertítulos, porque la obra original está trufada de antológicos diálogos, que aquí pierden su sentido, pero que Lubitsch lleva a su terreno y transforma en otra cosa. Pero es que desde su afiladísimo arranque nos damos cuenta de que quizá no ha habido un cineasta más wildeano que Lubitsch. Aquí está todo, toda la parafernalia, sofisticada, enrevesada, accesoria, pero que cobra todo su sentido con apenas un gesto, como el de un jovencísimo Ronald Colman acercando la carta a Lord Windermere, con el único propósito de que se vaya cuanto antes y le deje a solas con Lady Windermere, a quien intenta cortejar sin mucho éxito. Es ésta una historia de apariencias, mentiras, extorsiones y reconciliaciones imposibles; y sobre todo es un corrosivo retrato de la alta sociedad británica, de sus "bajos fondos", del todo vale con dinero de por medio, y de la futilidad de los buenos sentimientos una vez se constata que, por ejemplo, ayudar a alguien caído en desgracia puede suponer la expulsión de tan alto estrato social. Todo ello cabe en esta asombrosa película, donde sientes a Wilde sin apenas líneas escritas; pero sus imágenes rezuman ese reverso juguetón y tenebroso que hacía frotarse las manos al director alemán. La recomendación es clara: lean el libro y luego vean la película, a ver si me dan la razón...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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