lunes, 6 de mayo de 2019
La vida de los otros
La prolífica carrera de Kiyoshi Kurosawa, que comenzó hace ahora unos 35 años, siempre ha estado presidida por la turbia ambigüedad moral de sus personajes. Seres atormentados, manipuladores o directamente monstruosos, que la mayoría de las veces se esconden tras una inquietante fachada de normalidad. Esto es puesto de manifiesto, por ejemplo, en KURÎPÎ, de 2016 (Kurosawa ha filmado otros tres films desde entonces), que adaptaba la novela de Yutaka Maekawa y que tenía como tema principal la investigación de personalidades psicopáticas por parte de un agente, retirado a consecuencia de sufrir un ataque que casi le cuesta la vida, y que se dedica a dar clases en una escuela de crminología. El complejo guion sigue dos líneas. Por un lado, el ex-agente colabora en la investigación que desde hace seis años sigue su antiguo compañero, acerca de la inexplicable desaparición de una familia. Por otro, tras mudarse a un nuevo vecindario, conoce a su vecino, un extrañísimo personaje, que parece ocultar algo tras su incoherente comportamiento, aunque siempre parece disponer de una excusa para no levantar sospechas. El film está pulcramente rodado, y todas las ideas motrices de Kurosawa están debidamente desarrolladas, pero es a la hora de ofrecer respuestas en el tramo final cuando aparecen numerosas incoherencias, muchas de ellas incomprensibles, como el pasotismo de la policía, sin muchas ganas de investigar o algunas situaciones que se podrían solventar con una simple llamada de teléfono, que curiosamente brillan por su ausencia. El problema a la hora de redactar esta reseña, como ustedes comprenderán, es que apenas puedo revelar un solo dato, ya que la gracia está en que todo se vaya descubriendo por sí solo. De todas formas, creo que no defraudará a los amantes del thriller oriental escabroso... Sea eso lo que sea, claro...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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