viernes, 1 de septiembre de 2017
Ettore Scola. Un italiano en Italia #y 31
Abarcar a Fellini, sobre todo si se hace desde la hagiografía, crea desmesura, emborrona las zonas de comprensión y nos escupe una figura que es la que casi todo el mundo se hace del genio de Rimini, pero que nos impide entender su motor creativo. Fellini y Scola fueron grandes amigos, complementarios por las grandes diferencias artísticas que siempre tuvieron, y que ambos dejaban como una divertida anécdota, mientras, paseaban, charlaban, se reían y hacían esas cosas que hacen los amigos de toda la vida. CHE STRANO CHIAMARSI FEDERICO ha quedado como la obra póstuma de Ettore Scola, su testamento fílmico, pero seríamos muy injustos si no nos olvidáramos de esta anécdota (¡a cualquiera le puede pasar!) y disfrutáramos de lo que verdaderamente significa ¿De qué forma puede un director de cine despedirse de otro director de cine si no es reviviéndolo en fotogramas? El cierre de esta emotiva y especial película es casi un gag, un Fellini redivivo que se escapa de su féretro justo cuando miles de personas le lloran y velan y se va corriendo por una desértica Cinecittá, mientras los dos guardias que le custodiaban intentan darle caza. Antes, Fellini en su Mercedes blanco, recogiendo artistas callejeros, putas, mendigos. Oyéndoles, extrayendo la única información que importa, la verdadera, sólo para inspirarse. Y antes, Fellini haciendo chistes malos en la redacción de la revista satírica Marc'Aurelio, indiscutible germen de toda su ética y estética cinematográfica. Y antes, un pequeño Scola leyéndole los chistes de la revista a su abuelo ciego...
La película se abre con la silueta del director recortada, de espaldas, y frente a él un mar que no cesa en su oleaje; una especie de escenario final, de concordia para quien fue una contradicción en sí mismo. Fellini contado por Scola... ¿y por quién si no?...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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