jueves, 28 de septiembre de 2017

Ethan deconstruido



¿Qué les pasa? ¿Les da miedo que un director debutante actualice CENTAUROS DEL DESIERTO? ¿Que la redimensione e instale su demoledor discurso en esta actualidad nuestra que pocos se atreven a afrontar en toda su complejidad? Por supuesto que LES COWBOYS no es una película perfecta, y ni siquiera creo que sea una gran película, pero admito que me ha parecido uno de los retos autoimpuestos más interesantes del cine reciente, por lo que encabeza esto, su digna temeridad, la misma con la que Ethan Edwards emprendía una búsqueda vacía de esperanza, pero que le mantendría en pie, el último hombre con razón, con corazón. Lo que Thomas Bidegain propone es complicado, usar toda la parafernalia de un thriller convencional, mixturarlo en esencias antropomórficas y expandir la causalidad inicial en unas elipsis gigantescas, rotundas, que transfiguran completamente todo paso preconcebido por el espectador. Al igual que sus protagonistas, no toda la fuerza motriz del film es acompasada, sino que atiende al personaje que (realmente) importa en ese preciso momento. Todo comienza con una multitudinaria convención Country en algún lugar del Este de Francia, que parece indicarnos un posible camino alegórico un western de ubicación errónea, por llamarlo de algún modo, pero que transmuta bruscamente en la solitaria obsesión de un hombre, un padre capaz de cualquier cosa para encontrar el rastro de su hija desaparecida. Sin embargo, Bidegain, lejos de mantenerse ahí, consuma otra proeza más, borrando la fisicidad del protagonista y cambiándolo por su hijo, que, años después, prosigue una búsqueda eternizada en el tiempo y desarrollada en otro espacio radicalmente diferente. Pero no me gustaría dar una opinión cultureta de un film que logra momentos de tensión casi insoportable, tan sólo que es importante reseñar, en este caso, que existe una intención que cohesiona un relato morfológicamente imposible, casi deconstruido de no ser porque el motor, el corazón al que aludíamos antes, nos implica directamente, cuestionando qué papel desempeñamos cada uno, y si estaríamos dispuestos a aceptar que éste fuese más bien antagónico...
Imprescindible.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!