lunes, 12 de septiembre de 2011

Encajar



ROMPECABEZAS es el debut en la dirección de Natalia Smirnoff, ayudante habitual, entre otros, de Lucrecia Martel. No se le notan los titubeos a esta pausada, extraña película, que en su debe tiene el prometer mucho más de lo que ofrece, mientras que en el haber colea ese especiado aroma del último cine argentino, el de la Martel, sí, y también el del mejor Pablo Trapero o el de Sorin; un cine de múltiples colores y sistemas de enjuague, con sus pausas, sus trabalenguas y correcalles, con sus tiempos bien marcados. Y es el tiempo un elemento fundamental para entender qué diablos pasa por la cabeza de María del Carmen, una abnegada madre, esposa y (sobre todo) amade casa, que un buen día (magistral secuencia de apertura) descubre que su verdadera pasión es montar puzzles. Así contado parecería pueril seguir adelante, parece que esté todo dicho; sin embargo, ROMPECABEZAS no va de lo que muestra en imágenes. Sí, tenemos la intriga de ese señor adinerado que busca una pareja para presentarse a los campeonatos del mundo, pero no es tan decisivo ni tan alevoso. Lo que fascina de esta pequeña pieza de cámara es (y al sobrecogedor trabajo de María Onetto hay que remitirse) cómo va dejando piezas sueltas (nunca mejor dicho) para que el espectador, al que hay que exigirle que ponga de su parte, componga el auténtico cuadro de pensamientos y sensaciones de una mujer que se resiste a ser alienada y efectúa su acto de rebeldía de una forma casi imperceptible. Podría haber sido una comedia acerca de engaños y fidelidades, o un drama veleidoso con el trasfondo de las diferencias sociales, pero Smirnoff consigue epatarnos sin obviedades, ni siquiera recurriendo a un género en concreto. La película sale ganando, y nosotros también.
Saludos despiezados.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!