martes, 27 de septiembre de 2011

Posmodernidad de género



Si ya está todo contado, a lo mejor sólo queda volver a contarlo; y a lo mejor, la única forma de volver a contar las cosas (las historias; las películas) es repensándolas, como intuyó fantásticamente Gus van Sant en su temibles puntos de fuga. Estamos asistiendo (con cuentagotas, eso sí) a un desfile de propuestas que, de haber sido rodadas hace treinta años, sólo podrían haber recaudado recelo y despecho. Hoy, agotada ya la fórmula de la superproducción, y cuando el llamado cine de autor intenta huir de sus propios fantasmas, se busca al espectador como verdadero húsar totémico que habrá de reflejar sus emociones en lo que ve, compararlo con su recuerdo cinéfilo (lo hemos visto en SUPER 8, por ejemplo). No sé si esto será una tendencia reconocible dentro de otros veinte años, es imposible saberlo, pero no deja de suponer un punto de inflexión de cierto interés para el espectador curioso por naturaleza. Ahora, la película.
THE HOUSE OF THE DEVIL es un alarde técnico hasta que deja de jugar a pertenecer a principios de los ochenta y empieza a querer contar algo, en contra de lo que pudiera pensarse, esa es su tumba. Cine de género, de terror, que contiene una hora entera sin terror, pero con una atmósfera repleta de extrañeza; tiemops muertos, diálogos inconsecuentes y unas interpretaciones a caballo entre la ingenuidad de la época que pretende recrear y el descreimiento natural de la que realmente pertenece. El gran acierto de Ti West, al que habrá que seguir la pista, es insertar una severa y creciente incomodidad en el espectador, que sabe qué va a pasar, pero no acaba de verlo totalmente plasmado en la pantalla. Por desgracia, todo se va al garete en una media hora final absurdamente convencional, lo que no deja de ser irónico: la deconstrucción por la fidelidad a un método obsoleto de rodaje es lo que insufla vida a un film que es cualquier cosa menos mediocre; mientras, pensarse en la obligación de dar las explicaciones pertinentes hace que el conjunto se apolille y se torne irritantemente convencional. Y acabo con una reflexión/advertencia: si no les gustan las películas de terror les encantará la primera hora; si les gustan las películas de terror se les hará eteeeeerna... La última media hora no les va a gustar en ningún caso.
Saludos diablescos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!