viernes, 2 de septiembre de 2011
Insoportable manual didáctico
Hay películas y películas. Y digo esto porque no todo es bueno o malo, blanco o negro, aburrido o divertido. Digo esto porque lo peor (¡lo peor!) que le puede pasar a una película cualquiera, cualesquiera que fuesen sus intereses y premisas iniciales, es adoptar una decidida vocación paternalista y didáctica. El cine, el buen cine, no ha de enseñar nada, sino que debe despertar, sacudir, encender la llama de la curiosidad en el espectador. Son miles los títulos que destrozan una buena idea inicial por una mal llamada timidez, que esconde el músculo y se regodea en los perfiles limpios, pulidos, de Ajax pino. Así que no es por ensañarme con la de hoy, tampoco reviste mayor importancia, pero como me tocaba comentarla, no me queda otra que ser tan sincero como breve.
THE FIVE SENSES intenta ser una especie de cruce imposible entre el delirio urbano de Atom Egoyan y los intereses cruzados que con tan desigual fortuna tantas veces hemos visto en pantalla desde que Robert Altman escribiera aquel fastuoso manual que fue SHORT CUTS. Y, aun así, nada... No es que los personajes y sus circunstancias sean más o menos descabelladas, ombliguistas o finalmente revestidos de un buenismo que tira para atrás, se han visto cosas peores. No, lo malo es querer interconectarlo todo tozudamente, como si atendiera a una especie de plan divino que salvará al mezquino por entablar conversación con el virtuoso, o que, a base de meter más y más capítulos de su propio manual de autoayuda, olvida que los personajes han de ser algo más que estampas arquetípicas. Como si de una especie de X MEN cotidianos se tratara, Podeswa (a la sazón, autor del guión) enfrenta la titánica tarea de convencernos de que en un solo barrio ¿? conviven varias personas que, sin conocerse, estarán conectados nada menos que por los cinco sentidos. Y la cosa no puede ser más arquetípica (insisto): Un gay refinado y sibarita, que trabaja como asistente de lujo y posee un olfato privilegiado, pero que (pobrecillo) no encuentra al amor de su vida; su amiga, una señora que fabrica pasteles de mentira y que tiene un amante italiano que además cocina, así que le satisface su hiperdesarrollado sentido del gusto; la vecina es una viuda que da masajes y obtiene su propio placer tocando a los demás...; otro es un solitario oculista que se va quedando progresivamente sordo, así que se apena porque no podrá disfrutar de su único placer: la música clásica. Mientras tanto, la guinda del pastel la pone una adolescente raruna a la que te gustaría retorcerle el cuello como gallina clueca; el motivo es que su voyeurismo la lleva a perder de vista a la niña que cuida mientras observa a una pareja magrearse en el parque. Al final todos se abrazan mucho y lloran con las lilas y Canadá sigue siendo muy chulo, así que no hay motivo de preocupación, pero tampoco para ver esta basura autocomplaciente.
Saludos muy sentidos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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