El delicado y controvertido tema de la moral, no la moralidad, ocupa buena parte de la obra intelectual de todos los tiempos. La moral no es una ni pertenece, no debe usarse ni alterarse en beneficio propio; y como arma arrojadiza es altamente destructiva. La máxima de cualquier religión es el control, distribución y graduación de la moral, pasando por encima de libertades, derechos y responsabilidades. Es peligroso, sin duda, pero mucho más aterradora es la búsqueda del hombre sin asideros, enfrentado a sí mismo. Es entonces cuando se oye el silencio de dios. La religión es incapaz de dar una respuesta a esto, sólo formula evasivas más o menos complacientes que suavizan la desazón existencial de ese hombre-uno.
Tras el coñazo filósofo-teológico de hoy, vamos con el cine, que también ha ahondado lo suyo en el tema. En TYSTNADEN, Ingmar Bergman usa un potente juego de espejos para demostrar por enésima vez que estamos solos, que sólo las necesidades básicas nos permiten interactuar con otros, otros tan solos como nosotros. La película tiene más de cuarenta y cinco años, importante dato si tenemos en cuenta que, correspondencias aparte (Camus, Miller, Cèline), Bergman se lanza al vacío con una escabrosa historia de incesto, represión y, sobre todo, una insondable y abismal soledad. Resulta mucho más reconfortante si pensamos en una "representación" simbólica; pero temblaremos cuando veamos reflejada nuestra propia miseria moral en esas hermanas, llenas de rencor, perversidad, lujuria y masoquismo. Asistimos, igual que el niño accede a ese mundo secreto, oculto, a los recovecos donde nadie quiere mirar. Es muy difícil explicarlo en palabras, filmarlo, por tanto, simplemente una temeridad.
Saludos en completo silencio.
2 comentarios:
El fotograma escogido me encanta. Ahí está Bergman: con tres personajes en distintos niveles dentro de la profundidad de campo de su objetivo.
El punto de vista y la puesta en escena de un maestro.
Viva Bergman!
Peliculón, otra gran obra del maestro Bergman, me encanta su cine!
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