Hace ya algunos años de la prematura deesaparición de un cineasta de curiosa trayectoria y en el que, en un momento dado, justo al final de su repentinamente truncada obra, tuve algunas esperanzas de hallarme (al fin) ante ese Truffaut o Rivette o Garrel o Resnais patrio; un cineasta sin miedo a los sentimientos ni a los diálogos, dando el cien por cien en cada decisiva escena.
Aquel director era Ricardo Franco, y nunca le lloraremos lo suficiente. El film al que deseo referirme aquí fue el penúltimo de su corta, intensa e irregular carrera. LA BUENA ESTRELLA parte de un shock, el experimentado por Rafael al rescatar, literalmente, a Marina. Pero como ésta no es una película sobre héroes y heroicidades, nos toca tragarnos nuestras convicciones y asistir a una hermosa película acerca del dolor y la impotencia. El dolor representado por Marina, Maribel Verdú en su personaje más trabajado, una pobre chica que es como un gato al que le han dado demasiadas palizas, no se fía de nadie. La impotencia es la de Rafael, un Antonio Resines con importantes trazas de Léaud, un carnicero que ha perdido su virilidad en un accidente y con ella cualquier intento de ser feliz. Ambos se encuentran y emprenden una imposible historia, no de amor, sino de remansos, una huida en común del dolor y la soledad. Imposible por la presencia de Daniel, Jordi Mollá en un papel-tipo que suele dejar resultados bastante ridículos si no son abordados con la sinceridad y el carisma que Franco es capaz de extraer del actor catalán. A partir de ahí, la película mueve y conmueve; y en una asfixiante y teatral puesta en escena somos testigos de que hay sueños que son imposibles y personas destinadas a la tragedia. En una bella escena, casi sin palabras, un sutil gesto de Rafael nos indica que todo va a tomar un giro inexplicable, porque Rafael no es un héroe, los héroes no existen.
Fue una pena para nuestro cine, porque se intuían grandísimas cosas en LA BUENA ESTRELLA, luego corroboradas en LÁGRIMAS NEGRAS, trabajo en cuya realización encontraría la muerte Ricardo Franco.
Saludos impotentes.
1 comentario:
Una de las joyas del cine español... Igual que Lágrimas negras. Me pregunto por qué no habrá más Sauras y Francos en nuestro cine.
Por cierto, suelo pasearme por las playas de Sintra y me acuerdo de Lágrimas negras con frecuencia. No sé como aún no le he dedicado un post
Un abrazo, sr Dávila
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