Habría que dedicarle muchísimas páginas a desentrañar qué extraña alquimia es la que produce a lo largo de un visionado fílmico la sensación de asistir a una adaptación literaria. Y ¿es eso contraproducente? Unas veces sí y otras no; porque hay adaptaciones que chirrían por querer ser demasiado fieles (EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA) mientras que hay visiones tan personales que nos cuesta creer que aquello existía en letras (BLADE RUNNER).
Uno de esos cineastas de prometedor futuro y posterior ninguneo (hablamos de España) es Juan Vicente Córdoba, el cuál tuvo la osadía en su momento no sólo llevar a la pantalla un relato de la insoportable Almudena Grandes, sino, además, dotarlo de la enjundia que le faltaba al original y, de paso, revolcar por completo los gastados motivos de Almodóvar con una imaginación visual llena de contrastes y una interminable sucesión de sutilezas a las que no estamos acostumbrados por estos lares.
AUNQUE TÚ NO LO SEPAS es una de esas cintas enterradas (diez añitos la contemplan) por su modestia, pese a contar con unas interpretaciones agradecidamente contenidas (Silvia Munt, Gary Piquer) en los pasajes pertenecientes al presente, casi todos sombríos, contemplativos, evocadores; de repente, ese tiempo pasado, retomado en acertados flashbacks, nos deslumbra con el arrollador ímpetu de la juventud que no contempla, actúa. Es ése uno de los grandes aciertos de la película, amén de un grato descubrimiento que luego se difuminó como todo lo demás, un chispeante y repleto de matices Daniel Guzmán, en el que más de uno va a verse reconocido.
AUNQUE TÚ NO LO SEPAS es una película sencilla que busca desesperadamente complicarse la vida en busca de esos detalles literarios que la hagan veraz, reveladora. Nos habla de algo tan cercano como el reencuentro de dos personas que compartieron un amor de juventud, y nos muestra el abismo que existe entre ambos; no pertenecen al mismo estrato social y saben que jamás podrán recuperar la inocencia de aquel amor que se elevaba sobre convenciones y economías. Él era el chico de barrio, apocado y silencioso, destinado a seguir toda su vida en el barrio; ella, la chica bien, guapa y con éxito con todo y con todos, con un billete hacia las estrellas comprado de antemano, pero la misma chica, veinticinco años después, que recuerda cómo también ella espiaba a aquel chico que no destacaba sobre el resto... ¿o quizás sí?
Saludos desde el balcón.
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