Enerva a la vez que cautiva. Esencia o Nenuco. La difícil línea que separa lo estupendo de lo infame, lo sublime de lo ridículo. A lo mejor es más fácil, Taika Waititi nos lo pone más a la mano, y en lugar de enrocarnos en disquisiciones que rondan el garrapateo del "mejor cuanto más serio", nos deberíamos conformar con el "ya no va más". THOR: LOVE AND THUNDER es eso, una película para disfrutar, que curiosamente se disfruta más en sus momentos seriotes, mientras los inacabables segmentos marca de la casa se solapan como sketches que pugnan por conformar un todo. Waititi le ha cogido el pulso al dios del trueno, tanto que lo ha hecho suyo y a su manera. No podemos culparlo por eso, pero sí por no poder construir una historia con la enjundia que promete. Y va a irritar a mucha gente, por los continuos cambios de temperatura, por la gilipollez de algunos personajes (atención a ese "congreso de dioses"), al mismo tiempo que se atreve con uno de los capítulos más sobrecogedores del universo Marvel, que tiene a Gorr, el carnicero de dioses, como gran termómetro de a qué puede aspirar un guionista realmente revolucionario. Es el único problema que le veo a este film, que es entretenido y no se hace muy largo, pero que tiene gravísimos altibajos a la hora de conciliar tonos. Es como si Woody Allen, finalmente, hubiese osado suplantar a Bergman, en lugar de rendirle homenaje. Allen siempre será mejor director que Waititi, aunque sólo sea por comprender la desunión que albergan las máximas. Ser maximalista, en comedia sobre todo, exige un talento descomunal, y no es el caso...
Saludos.
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