Era inevitable. La ficción, como buen agente vírico, ha absorbido el tema de las pandemias en su favor, paliando el agotamiento de las fórmulas accesibles y creando un nuevo entorno argumental. Esto no debe sorprender, pero sí la escasa originalidad de dichos productos, la mayoría cansinas repeticiones preexistentes. Aun así, hay excepciones; THE SADNESS es una. Dirigiéndome a los más avezados en un cine, el de zombis, que no suele ir más allá de unos cuantos parámetros reconocibles, les advierto que este film va a zarandear muchas de sus convicciones íntimas, y puede que lleve al cine de terror a estadios emocionales tan incómodos como necesarios. El argumento nos sitúa, efectivamente, en el marco de una especie de pandemia, de la que tenemos pocos datos, y de la que muchos recelan. En un arranque que debe figurar entre los más perfectos del cine de terror que yo haya visto (inevitable acordarse de AMANECER DE LOS MUERTOS), el debutante Rob Jabbaz (de origen canadiense, pero con base de trabajo en Taiwan) nos sumerge en una creciente espiral de violencia, caos y locura, a partir de la mañana en la que una joven pareja se separa para ir a trabajar, organizando el descenso a los infiernos que será su improbable reencuentro. THE SADNESS es una peli de zombis, sí, pero con algunas variantes que merecen ser resaltadas, y que elevan su nivel muy por encima de la media. Por un lado, el trabajo de maquillaje y los efectos son de un realismo impresionante, y no puedes quitarte de la cabeza según qué caracterizaciones. Por otro lado, es un film de acción trepidante, muy "asiático" si se me permite, pero donde cada coreografía tiene un sentido plausible. Sin embargo, hay algo que la hace aún más especial, y es su desarmante psicología, tanto de los personajes infectados como de los que huyen de ellos. Y digo bien, porque estos no son zombis "vegetantes", ni cuerpos que se arrastran pesadamente, ni velocistas incontrolados, sino algo mucho más terrorífico. Estos zombis (y casi me cuesta llamarlos así) tienen intactas todas sus funciones, y hablan, y te cuentan lo que te van a hacer, e incluso pueden organizarse entre ellos para llevar a cabo su espeluznante propósito. Lo que vienen a representar es una psique descontrolada y anárquica, dominada por los impulsos de matar y follar cualquier cosa que se ponga por delante, como si el virus los hubiese dejado a merced de sus sensaciones más primarias. Ahí se explica el título, porque en un guiño absolutamente genial, el film nos propone que imaginemos qué pasaría por la mente de alguien que ha perdido la capacidad de dominarse, y ser consciente de todo ello. Y si el inicio es tremendo, el final, de un nihilismo ensordecedor, coloca este inusitado film como un clásico instantáneo. Y si creen que exagero, échenle un vistazo, si es que pueden...
Demoledora.
Saludos.
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