De cuando en vez me da por proponerme a mí mismo enmendar fantasmas y requiebros, lo que se suele traducir en deleitar los sentidos con la confirmación de que el infierno no son los otros, sino los que fueron o ya no son. Las sillas de los veladores eran de madera, los tebeos colgaban de pinzas (de madera) junto a las caretas, y las carátulas de los VHS los dibujaban los mismos que dibujaban las carátulas de los cassettes de videojuegos. Una muy recurrente solía mostrar a un tipo cachas, pelo al cepillo, cara sucia y expresión que oscilaba de lo jabato a lo inexpresivo, con una camiseta raída sin mangas, canana del cuello y una desorbitada ametralladora escupiendo fuego, mientras se desarrollaba un baile de palmeras al fondo. Letras en Stencil, ocasionales jeeps o choppers, y en las mejores hasta una fémina cardada y arrobada, por ese orden. Ya en situación, me asombra la voracidad obtenida por mi parte en el sentido de los puntos, cosa que me pixelaría los sentidos actualmente, pero entonces era cosa natural. Me olvidaba de los trapos de color sucioindefinido, que servían para sujetar los flequillos de Stallone, pero también para disimular la alopecia de David Carradine en BEHIND ENEMY LINES, cloaquista serie doble zeta, pergeñada en Israel y rodada en el jardín botánico de Los Angeles; que también se llamó P.O.W. THE ESCAPE, y que comenzaba con una maravillosa escena que procedo a describir. Helicópteros sobrevolando un campo de prisioneros en la selva vietnamita empiezan a disparar misiles a lo bestia. Muerte y destrucción. Los soldados salen de los helicópteros chillando y disparando en pleno ardor y frenesí guerrero. El objetivo es rescatar a unos prisioneros y masacrar a los amarillos, y el coronel Cooper lo sabe, aunque su cara es la misma que si comprara unos analgésicos. Tras el dispendio correspondiente de balas y granadas, aproximadamente tras cinco minutos de disparos en todas direcciones, Cooper se da cuenta de que el campo está vacío y los vietnamitas los acechan desde fuera en una trampa que sólo podría haber salido de una mente maestra...
1986. Juro que hasta Mr. Norris me pareció mejor actor. Y entonces vino Tarantino...
Saludos.
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