El seppuku es, más que un rito, una constatación, una claudicación ante el fracaso, y la última victoria posible. Encarar a Yukio Mishima es dilucidar qué nos queda si sabemos que nunca hubo nada. Paul Schrader tuvo la suerte de contar con Lucas y Coppola a su disposición para filmar, en 1985, MISHIMA: A LIFE IN FOUR CHAPTERS, quizá su continuador natural en una vertiente menos lúdica, quizá la posibilidad de destruir el biopic desde dentro, sin lugar para la hagiografía. MISHIMA es contradictoria como su protagonista, un hombre culto pero que amaba lo vulgar, y también lo exquisito. Mishima era un tradicionalista con visión de futuro, que odiaba no lo que viniese de fuera de Japón, sino su imposición; y aun así, el guion de Schrader es implacable al detonar todas las frustraciones y miserias del controvertido escritor, sus filias y fobias. Desde un desolador tartamudeo, los flirteos homosexuales, sus tendencias masoquistas o su obsesión por perfilar un cuerpo que nunca le gustó. No es un film fácil de ver, y su ritmo puede llegar a rozar lo contemplativo, cuando no directamente lo fotográfico, con un uso desmedido (y fascinante) de los decorados artificiales, y sin miedo de entremezclar la temporalidad, adelantando por momentos (es una opinión muy personal) el cine, por ejemplo, de Wong Kar-wai. Ken Ogata realiza una interpretación brillantísima, prácticamente mimética, y alrededor suyo se va conformando el complejísimo estudio, compartimentado en esos cuatro capítulos, de una personalidad abrumadora, siempre a contracorriente, y en cuyos libros (que me permito recomendar vivamente) queda expuesto el esplendor y decadencia de un imperio, con ojos fieros y desesperados...
Saludos.
1 comentario:
Uno de los títulos más interesantes de Schrader.
Saludos.
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