lunes, 1 de abril de 2019

La condena del tiempo



Nos podrían haber espetado un panfleto sobre la situación de aquel Uruguay de los setenta, aplastado bajo bota militar y con una rabia heredada de los peores regímenes que estemos dispuestos a recordar, y con razón. Pero hay que agradecerle a Álvaro Brechner que haya preferido centrarse en las personas, los rostros, los pensamientos y la imposibilidad de llevarlos a cabo, y su cine se beneficia de este ejercicio introspectivo y que se extiende durante dos horas como un lamento cargado de dignidad. LA NOCHE DE 12 AÑOS sigue la estela del cine inmersivo y directo del HUNGER de Steve McQueen, con la que comparte la minuciosa observación del comportamiento humano en estado de confinamiento y vejación perpetuos. Aquí, la mirada se detiene en esos doce años, que son los que pasaron Eleuterio Fernández Huidobro, Mauricio Rosencof y Pepe Mújica, en condiciones infrahumanas, aislados, subsistiendo de sobras y rodeados de humillaciones e inmundicias. Pero también es la crónica de un silencio obligado, de la necesidad de comunicarnos a toda costa y del peso de la memoria para no caer en el desequilibrio psicológico. Los actores están colosales, todos, y desde luego es meritorio extraer esas vetas de autenticidad de un guion enteramente supeditado al recuerdo personal que deviene experiencia sensorial (recordemos que ganó el Goya al mejor guion adaptado). Lo único que le rechina, y que de hecho no le permite volar aún más alto, es una cierta atonía, lo que da la impresión de asistir a una película en la primera hora y otra diferente en la segunda, o al menos fue lo que yo percibí. Ahora bien, se hace tan necesario este tipo de propuestas para no perder perspectiva de lo que la humanidad ha sido capaz de hacer, sobre todo para no repetirlo jamás...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!