jueves, 19 de julio de 2018
La indefinición como objetivo
Muy lejos, en el extremo opuesto a las explosiones controladas del cine coreano, se encuentra ese cine proveniente de centroeuropa, y casi exclusivamente desde Alemania o Austria, y que yo definiría como implosiones descontroladas, por seguir el juego y tirar por la calle de enmedio, así por las buenas. Uno ve AGONIE, debut del joven realizador David Clay Diaz, e inmediatamente empieza a relacionar sus imágenes con las de Michael Haneke, pero también con un Ulrich Seidl más tímido y comedido. Es ahí de donde se extrae todo su cometido, que no es otro que el relato y cronología de un crimen absurdo, pero precisamente por ello absolutamente terrorífico. No me queda muy claro si estamos ante un suceso real o no, aunque el film se inicia con un texto en el que ya queda explicitado lo que vamos a ver. Lo que desconcierta es su estructura, que irritará a quienes necesitan que todo esté argumentado, pero fascinará a los espectadores que prefieren encontrar las posibles respuestas confiando en su propia percepción y criterio. Por un lado, un joven que parece carne de cañón, que acaba de salir del ejército y, sin oficio ni beneficio, se dedica a emborracharse en discotecas, pelearse con la policía, jugar a ser un musculitos en el gimnasio y rapear, cosa que no se le da nada mal. Por el otro, vemos su antítesis, un joven de extracción humilde, pero que lleva una vida metódica; trabaja en un cine para poder pagarse sus estudios, y su meta es alcanzar la judicatura. Pero algo les une: no soportan su entorno, piensan que el mundo está contra ellos, y cada vez que vemos sus rostros parecen estar planeando algún tipo de venganza a nivel planetario. Desde luego no seré yo quien les destroce el final, que por cierto está resuelto con una frialdad que realmente asusta al más pintado, pero sólo daré un dato: efectivamente, uno mata, descuartiza y esparce los trozos de una chica por toda la ciudad. El otro no.
Ahí lo dejo.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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