martes, 2 de febrero de 2016
Chantal Akerman, enemiga íntima #4
En 1974, Chantal Akerman rodó, de vuelta a Francia, JE, TU, IL, ELLE, posiblemente el primer anticipo de la desnudez que su cine iba a adoptar de ahí en adelante, y no es retórica. Es facilísimo caer en la tentación de los adjetivos, calificar este documento hecho con las vísceras al aire de esnobista o pretencioso, lo que, más bien, descalifica a quien es incapaz de elaborar un análisis con un poco de calado. Porque este es un riguroso estudio de humanidad, de debilidad, o de inseguridad; no se dan las razones por las que la protagonista pasa los días confinada en un pequeño apartamento, escribiendo (y ni siquiera importa lo que escribe), moviendo incesantemente los muebles de sitio y alimentándose únicamente de un paquete de azúcar, que toma a cucharadas. Sólo sabemos que un día decide abrir la puerta y salir. No se nos explica si va a alguna parte en concreto, y de hecho parece vagabundear a la deriva, haciendo autostop. Pasa unos días junto al camionero que la recoge, en silencio, escuchando la rutina del hombre, como si fuese su pareja ficticia, o una presencia fantasmal. Él la deja en algún sitio, pero no es casual, nada es casual en esta película, cuyo pírrico guion nos inquiere acerca de la inacción, sus consecuencias, de la putrefacción del amor cuando se lo desnuda de artificios, y de cómo éste sólo logra sobrevivir adornado como una baratija.
Todo cobra sentido en el último y polémico segmento. La chica ha cruzado un país para llamar a la puerta de su amor, otra chica, que la recibe fríamente; hace el amago de marcharse, pero aún la dejará quedarse, al menos un día... Y cruzas un país para esto. Y abandonas tus propios pensamientos, tu libertad, para esto... Creo que pocos cineastas han descrito con mayor exactitud qué coño es el amor. Otra cosa es que hayamos sentido eso alguna vez nosotros mismos...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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