miércoles, 17 de junio de 2015

La cicatriz interior



Hay películas que, independientemente de su calidad, obtienen repercusión en ciertos círculos por ser aquellos títulos que nos revelaron algún tipo de talento del que hemos ido tomando conciencia después. Uno estuvo en Cannes'77, y dejó constancia de que Isabelle Huppert iba a ser una de las actrices francesas más importantes a partir de ese momento, pese a que ya acumulaba al menos una decena de trabajos, el primero de verdadera entidad fue el impresionante ejercicio de sobriedad desplegado en LA DENTELLIÈRE, a la postre el mejor trabajo del suizo Claude Goretta, que empezó a despuntar en los años cincuenta junto a Alain Tanner y luego sólo ha podido entregar una decena de títulos hasta 2006.
LA DENTELLIÈRE es un film rabiosamente moderno, que huye de las estridencias y propone un viaje al interior de un enigma: la insondable personalidad de una persona cualquiera. Mezcla de honestidad, integridad y autismo, "Pomme" pasa por la vida de puntillas, sin pedir ni esperar nada, como si los placeres de la vida estivieran simplemente en contemplar cómo pasa, como trenes en la estación. Un día, un tren se para justo frente a "Pomme", es un joven aspirante a intelectual que queda prendado de esa joven callada que trabaja en una peluquería. Se van a vivir juntos. Ella no cambia, impasible, colma de atenciones a su pareja sin variar jamás el gesto; para él, el paso del tiempo le confirma que ella no es "interesante", sin contradicciones ni ambiciones más allá de vivir feliz todos los días. Él la deja, y en un tramo final magistral, del que el imperceptible cambio de registros de Huppert es dueño absoluto, el film se torna de un negro insoportable que nos remite, de alguna manera, a la desnudez gestual de Juliette Binoche en CAMILLE CLAUDEL 1915. En apenas una mirada, un movimiento milimétrico de labios o una mueca de dulce hastío, podemos rastrear la tormenta interior desatada en un espíritu que no comprende ni al mundo ni a las personas; es lo que llamamos paternalistamente "locura", tan sólo para procurarnos un salvoconducto que nos permita seguir destrozándole la vida a estas almas puras, que apenas pueden obtener un mínimo momento de felicidad antes de desaparecer para siempre. La última mirada directamente a cámara, sostenida hasta el límite de lo soportable, queda como la rúbrica indeleble de un talento que se ha acrecentado hasta nuestros días.
Inmensa.
Saludos.

No hay comentarios:

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!