He aquí una de las películas más fascinantes de todos los tiempos; por lo tanto imitada hasta la saciedad; por lo tanto objeto de culto casi irracional.
Cuando se hace cine de género se suelen cometer varios y fatales errores, como abusar de los clichés, justificar presupuestos innecesariamente o (lo peor de todo) dar por sentado de antemano el comienzo apoteósico-nudo inane-desenlace clónico. Afortunadamente, filmografías como la nipona han intentado desmarcarse de una tendencia abominable, especialmente en el género terrorífico. Y hay un film que se puede considerar piedra angular de dicho movimiento.
En 1998, Hideo Nakata nos dejó impactados mostrando el lado insano de lo que los japoneses temen; y no será lo mismo, pero a mí, que no me impresiona a estas alturas casi nada, logró dejarme mal cuerpo durante algunos días. En RINGU confluyen varios factores muy novedosos que constituyen la espina dorsal de la que luego saldrían numerosos imitadores y hasta un bochornoso remake yanqui. Primero está esa más que inquietante cinta de video, y me refiero al contenido, claro, que lo podría haber firmado un primerizo Buñuel o un drogado Paul Morrissey. No se entiende ni jota, pero es precisamente ese interés suscitado por encontrar un significado donde no lo hay su mejor baza. Quizá el punto más flojo sea el que abarca desde que sabemos que quien ve la cinta se muere más tarde hasta la estrafalaria (y muy hitchcockiana) llegada a la isla. Y luego está ese final...
El final de RINGU es de los más originales y mejor filmados del cine de terror reciente. Primero porque no tiene un final, sino dos; allí donde los aprendices dan por finalizado el asunto, Nakata se recrea rizando el rizo y llevando a sus personajes a donde él quiere: al horror. Incluyo (y debo decirlo) una de las escenas más insanas que he visto en mi vida, y no hay sangre, ni vísceras, ni violencia en sí... sólo lo siguiente: un hombre frente a un televisor donde aparece un pozo; de repente, del pozo sale alguien que se arrastra hacia la cámara que lo filma... No. Se arrastra hasta el horrorizado espectador, sale de la pantalla y sigue arrastrándose...
Saludos con la carne de gallina (lo juro).
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