Ahora mismo, en cuanto a cine se refiere, seguir mirando al caduco modelo de superproducción americano, cuando el mismo se encuentra fanáticamente buscando nuevas vías de solución a su ya nula capacidad de contar, resulta, además de desesperanzador, incomprensible.
De visita por el festival de cine europeo de mi city me encontré con una curiosa cinta que representa a Kazajistán (ni más ni menos [me pregunto qué pensarán los pocos yanquis que vieron BORAT]) en los oscar. Se pretende contar en un par de horas la historia de Genghis Khan; el director es ruso y el protagonista japonés. De entrada uno piensa en RAN o KAGEMUSHA (thanks, Charly) como líneas maestras del cine histórico con grandes batallas, cuidadas interpretaciones y todo sin filtrar por el canon estadounidense. Nada de nada.
Lo primero que llama la atención es el comienzo, con esa ya hastiante cámara que no existe, al tratarse del enésimo truco virtual que sobrevuela una ciudad igual de virtual. Continúa alargando hasta el paroxismo la etapa de niñez de Temudgin, que a la postre se convertirá en Genghis Khan. Y aquí los expertos en historia se echarán las manos a la cabeza, pues nada se sabe de dicha etapa y sólo se han contrastado los datos referentes a sus grandes conquistas. Un halo de misticismo impregna cada imagen; los personajes tienen gran peso en un momento dado para luego desaparecer sin empacho del director; el tiempo de narración está tan mal distribuido que la primera hora se eterniza hasta llegar al tedio y la segunda va a toda prisa, con una urgencia que antes no existía. En el intervalo que va desde la penúltima tribulación del señor Khan hasta su recolección de adeptos para formar un gran ejército y poder mostrarnos una sonrojante batallita (también virtual) de última hora, simplemente no pasa nada, es decir: un tipo pasa de ser un esclavo encarcelado al señor de los mongoles por la cara, sin que se nos explique nada ¿?
Pero eso sí, el ruso Sergei Bodrov no escatima los chorritos de sangre a lo ZATOICHI ni las continuaciones al primer plano a cámara lenta.
¿Lo único bueno? El corte de pelo del malo, adelantado a su época.
Saludos desde Mongolia.
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