¿Qué nos hace diferentes? ¿Qué nos hace similares? ¿Quién es diferente de quién? ¿Qué es ser diferente? Y sobre todo ¿quién decide esto?
Esta es la no-historia de Finbar McBride, que mide apenas un metro. Lo maravilloso de THE STATION AGENT es cómo intenta por todos los medios, casi desesperadamente (y lo consigue), describirnos a Finbar de manera que al poco tiempo ya no nos importe que sea un enano. Es mucho más cuerdo, independiente, responsable e inteligente que los "tipos" que va encontrando en el apartado sitio al que se va a vivir tras la defunción del regente de la tienda de maquetas donde trabajaba. Todo el mundo es sospechosamente solícito al principio, mientras que Finbar sólo quiere estar tranquilo, y piensan que el hecho de ser enano significa que seas una especie de niño desvalido, o algo así. Al final, son esos personajes satélites los que, irremediablemente, irán confesándole al ya algo harto Finbar sus miedos y miserias, empezándose así un hilo de camaradería que dota de una especial sustancia las inicialmente frías imágenes del film. La película es el típico producto made for Sundance, que no defraudará al cinéfilo acostumbrado a este tipo de trabajos; pero creo que merecen una mención aparte las soberbias interpretaciones de Peter Dinklage, la estupenda Patricia Clarkson en un difícil papel repleto de matices y Bobby Cannavale como un hilarante vendedor de hot dogs que en realidad es un mago de la cocina. De esto se vale la película para hacernos vibrar, de que sus pocos personajes son absolutamente tridimensionales y que esto nunca les permite caer en la autoparodia. Luces y sombras para una historia agridulce, de escaso presupuesto, de las que de vez en cuando nos hace creer de nuevo en el cine.
Saludos desde la estación.
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