Hay películas que uno cree que deberían ser hechas, por encima de cualquier otra consideración, y otras que quizá hubiese sido mejor no hacer, aunque sea por razones tan peregrinas como las que se me ocurren tras un visionado que no me aclara si tras un impacto tan grande late un propósito necesario o algún tipo de exhibicionismo gratuito. Y puede que MISS VIOLENCE tenga tanto de lo uno como de lo otro, y es paradójico que sea la integración, algo forzada, en las siglas del "último cine griego", lo que le reste la verosimilitud que sí encuentra cuando enarbola su propio relato, solipsista, turbio, ennegrecido, pero propio al fin y al cabo. La película arranca soberbia, con una de esas escenas que quedan en la mente para todo el resto del metraje, por impactante y por lo bien rodada que está; después, reconozco lo complicado de seguir narrando sobre un vaciado que no siempre se entiende como se debería, y que se desinfla cuando decide retomar el impacto visual inicial en otro par de escenas tremendas, pero ya un poco reiterativas. Tomando algo del CANINO de Lanthimos, también es ésta una familia desestructurada y extrañísima, con sus integrantes asfixiados por unos rituales cotidianos bastante marcianos. Todos menos, como en aquélla, el padre (un excepcionalmente diabólico Themis Panou), cuya encarnación del lobo con piel de cordero alcanza tal grado de deformación, que llega a rozar lo surreal, si no fuera tan deleznable lo que le rodea, y que sólo iremos comprendiendo siendo cómplices en la mirada, otra decisión ética cuanto menos discutible. Película no apta para paladares sensibles, creo que su juicio fnal depende en exceso de quién la vea, y así puede resultar tan hermosa como repulsiva, por extraño que esto parezca.
Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario