Desconozco si están ustedes familiarizados con el cine de los hermanos Quay (Timothy y Stephen), gemelos, huraños y con una visión del arte y de la vida, digamos que particular. Su trayectoria es larga y prolífica, remontándose a finales de los setenta, cuando empezaron a experimentar con técnicas de animación cercanas a los grandes maestros checos, y trufando su filmografía de cortometrajes de corte esxperimental y hasta una especie de work in progress (NOCHE SILENCIOSA), que abarca hasta cinco entregas. Pero puede que su película más conocida (por decir algo, francamente) y ambiciosa sea THE INSTITUTE BENJAMENTA, en la que adaptaban una difícil novela de Robert Walser. Ambientada en un fantasmagórico instituto, supuestamente dedicado a la instrucción de sirvientes, su manera de contar, tanto como lo que cuenta, suponen un fuego cruzado de referencias imposibles de soslayar. De su argumento, decir que parece un salto de Kafka (recordemos, alumno de Walser) a Lynch, pasando por el "realismo extraño" de Thomas Mann. Con una fotografía inspirada den el expresionismo alemán, una banda sonora basada en reinterpretaciones de Orff y un reparto en el que merece la pena abundar, con la gran Alice Krige, el habitual de Fassbinder, Gottfried John, y un joven Mark Rylance, antes de convertirse en fetiche de Spielberg, esta pesadilla onírica, de pesados pasos formales, es toda una experiencia, un film raro porque así está concebido. Luego está su calidad, sobre todo la técnica, que la eleva por encima de una mera excentricidad, pero es comprensible que para un público medio se trate de un título más bien inaccesible; aunque he vuelto a verla recientemente y no ha envejecido nada desde los 25 años que la contemplan. Merece la pena echarle un vistazo, aunque no es para todos los paladares.
Saludos.
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