miércoles, 18 de junio de 2014

Serialidad inducida



TIAN ZHU DING (A TOUCH OF SIN) es una película impensable para realizar en Occidente, ni por presupuesto ni por estructura; no imagino a una productora entusiasmada con la idea de hacer un western en el que las miradas no arrinconan a las palabras y donde la ideología campa a sus anchas para dar cuenta de un estado de las cosas que no es como nos lo vienen pintando algunos. Como idea es fabulosa; como ejecución preciosista de la violencia como única alternativa de los oprimidos es un alarde al alcance de pocos artistas; como guion, un absoluto desastre... ¿Cómo explicar, entonces, el premio a mejor guion logrado en Cannes? Se me ocurre, volviendo a lo comentado más arriba, que quienes han seguido la carrera de Jia Zhang Ke quedaron arrobados ante su inmersión en la ficción, y por añadidura, ficción de género. Un caso muy parecido al de Sergei Loznitsa, pero que deja patente que al director chino se le queda pequeña la estructura narrativa convencional; quizá porque ve más allá, o quizá porque su alma de documentalista choca frontalmente con una dramatización innecesaria. A TOUCH OF SIN son (o lo parece) cuatro episodios vagamente interrelacionados, en los que se habla (se observa, más bien) de las brutales diferencias sociales en el gigante asiático, despojada la mirada de cualquier atisbo de complacencia. Y empieza muy bien, y a lo mejor Jia Zhang Ke no se habría agotado tanto si simplemente hubiese ampliado ese primer segmento, el más sólido, y lo hubiera dejado en una película sin episodios y más corta. En ese improbable sindicalista minero, sobre cuya descreída mirada reposa un sentido de la justicia que no contiene odio sino dignidad, queda perfectamente establecida una lucha de clases en un país que aparentemente no admite clases, de ahí el agigantamiento de esa figura que es todo determinación y que bebe directamente del Gary Cooper de HIGH NOON. Esos primeros treinta minutos son soberbios, una lección de cine de acción comlementado con un trabajo de fotografía deslumbrante y la inquietante música de Giong Lim. Lamentablemente, todo el mérito se le desparrama a Jia Zhang Ke cuando se olvida por completo de este arranque y empieza a desbarrar con situaciones imposibles de epatar, como el ladrón que no duda en matar para robar o la chica que encuentra en la violencia la única forma de no ser sometida a la fuerza. Sí, se hace demasiado larga y menos vistosa de lo prometido al principio, y casi parece otro director diferente; y aun así, me cuesta encontrar una película tan poderosa en el cine americano reciente.
Recomendable sólo para iniciados en la filmografía de su director.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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