lunes, 30 de junio de 2014
Guion tan blanco
Se murió Eli Wallach. Un grande, un verdadero profesional en eso de actuar, que se mantuvo en activo durante más de cincuenta años y que prácticamente fue capaz de crear un icono, el de ese malo demasiado humano para ser perfecto, mezcla de locura, ira y un poco de nostalgia, un malo por el que uno podría setir ternura y asco al mismo tiempo. Wallach hizo casi cien películas, casi ninguna como protagonista, pero su presencia era todo un seguro de vida para una parcela, la del antagonista, tan proclive a la parodia inconsciente. Algunas han salido aquí, pero entre hoy y mañana vamos a acordarnos de dos títulos no muy conocidos y sí muy diferentes entre sí. El primero, nada menos que una producción Disney (¡sí, Disney!) de 1964, a la mayor gloria de la insoportable (aunque un poco más digestiva que "nuestra" Marisol) Hayley Mills, rubicunda estrella infantil y juvenil del momento. A lo largo de sus dos horas (poderío que no falte), THE MOON-SPINNERS se desarrollaba en la idílica Creta, adonde llegan dos inglesitas, tía y sobrina, de vacaciones; allí, aparte de comer Musaka, tostarse en tono gamba y bailar el twist a ritmo de sirtaki, la joven Nikki se verá envuelta en un oscuro asunto con unas joyas robadas y un tipo más que inquietante, el tío Stratos, al que le quiere reventar el negocio otro joven británico que también pasaba por allí. La primera hora es bastante rutinaria y recuerda a propuestas similares de la literatura juvenil (Los Cinco; Los Siete Secretos...), pero es cierto que en su segunda mitad la cosa se anima al complicarse su previsible guion y tener más presencia la siempre solvente Irene Papas, el propio Wallach (simplemente lo mejor de la función) y reservar una inesperada guinda para el final, con la aparición nada menos que de la mítica Pola Negri, que llavaba casi 30 años retirada del cine y que esboza algún que otro chiste autorreferencial. Sí, es una de Disney, con actores, de hace cincuenta años y con un guion tan blanco que uno no puede más que sonreír con un poco de incredulidad; pero la vemos, y vemos a Wallach completamente entregado a su oficio, y seguimos sonriendo...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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